Texto tomado de “Sine Die”, una serie de artículos publicados por el Dr. Juan M. Ferrán Oliva, distribuida mediante correo electrónico. Número 35, Publicado el 24 de marzo de 2019.
La dualidad monetaria es un tema sinusoide como sugieren las inquietudes publicadas últimamente en redes. Es una asignatura difícil y pendiente y a ello se debe su dilatación y recurrencia.
Hago uso de mi derecho a la porfía consecuente y resumo lo que en otras ocasiones he publicado en colaboración con mi colega Rogelio Torras. Un ensayo inicial de unas 150 páginas titulado NO ES ORO TODO LO QUE RELUCE – inédito- fue reducido en varias ocasiones. Lo que sigue es su última síntesis. Bien breve para facilitar la lectura. No se la pierdan.
La dualidad origina dos problemas diferentes. En las empresas es monetario; en la población es de mercado. Requieren soluciones desiguales.
La entelequia surgió de la igualación del peso y el dólar en las empresas con la buena intención de no menoscabar el registro contable. De otra parte, actuó la necesidad de captar las divisas recibidas por la población. Un dúo de dineros de un mismo emisor actuando por separado con tasas de cambio antitéticas. Tal mezcolanza degeneró en la denostada dualidad.
El humilde peso actuó como un token nacional durante 30 años. Después de 1990 el dólar norteamericano regresó a hurtadillas por obra y desgracia del Periodo Especial. La cotización espuria llegó a más de 130 pesos. Posteriormente se desinfló hasta estabilizarse en alrededor de 22 a 26 pesos. La Cuban currency – el CUC- se erigió en campeón de la honrilla nacional.
Actualmente el país solo dispone de las divisas que le proporcionan sus exportaciones de mercancías y servicios. No hay milagros a crédito.
Los turistas, cualquiera que sea su modalidad, incurren en variopintos gastos de bolsillo no contabilizados como tales: taxis, propinas, suvenires, bares, excursiones, travesuras, etc. Tales consunciones se estiman en bastante más de US$ 200 por persona durante su estancia. Su sumatoria, tomando 5 millones de turistas, supera los US $1.000 millones. Es demanda y en muchos casos son ingresos netos de divisas. En otros se convierten en una exportación a precios minoristas. ¡La gallina de los huevos de oro!
Las importaciones cubanas se mueven en un entorno de 14.000 millones de dólares. Grosso modo, alrededor del 40% se destina a combustible, la tercera parte amortiza la deuda externa y un 12% se dedica a alimentos. El resto es otorgado a las distintas necesidades de importación. La oferta interna es considerada como un vulgar ítem económico.
El encuentro equivalente ente las tasas de las empresas y las de la población no depende de decisiones burocráticas. Un tour de force pudiera significar un choque de trenes. Sólo el aumento de la productividad puede lograr acercarlas. Ello requiere tiempo y motivación. La vana aspiración de reducir la tasa de 24 ó 25 pesos por CUC es un simple reflejo de la pobre productividad existente.
La población padece un mercado de vendedores en el que el cliente nunca tiene la razón: la oferta va siempre a la zaga de la demanda. No valen cursos ni exhortaciones. Esta situación dura más de medio siglo, es fuente de corrupción y provoca el almacenaje preventivo de productos que no llegan a consumirse. Lo peor es que no estimula. Paradójicamente el consumidor ha sido preterido en una sociedad que tiene al ser humano como objetivo. En este caso la dualidad tiene un perfil mercantil. Una oferta adecuada en las redes de oferta actuaría como un efecto dominó en la agricultura y en las demás actividades económicas y de servicios. Los simples aumentos salariales inflan una demanda que no tiene contrapartida material. Más que paliativos son placebos. El estímulo no es el dinero, sino lo que puede hacerse con él.
Bastarían unos US$ 1.000 millones para reabastecer de inmediato la oferta interna no producible en el país. No se pierda de vista que los precios al público más que duplican su costo. Es importante que la asignación sea mensual para facilitar la reposición. En definitiva, la recaudación de divisas procedentes del turismo o de la población es al cash. No se justifica que no se restituya de inmediato lo vendido.
El sector empresarial es otra historia, pero de urgente solución. Al cesar la equivalencia del peso con el dólar, se beneficiarán la exportación, la inversión extranjera y la venta de paquetes turísticos. Adquirirán sentido los análisis de gestión y de factibilidad. Como contrapartida negativa la nueva tasación incorporará inflación que finalmente se trasvasará a la población. La devaluación del peso abatirá aún más la imagen comparativa internacional de las Cuentas Nacionales.
La moneda es el mecanismo de intercambio para las personas naturales. Sirve de unidad de cuenta a las personas jurídicas y posibilita el ahorro a todos. Son sus tres funciones básicas. La unificación en una sola moneda exigirá que esta sea convertible. La afluencia turística lo exige. De otro modo regresaríamos al token anterior.
Problemas desiguales requieren soluciones diferentes. En el sector productivo conviene mantener la asignación centralizada de divisas. Lo obliga la crónica escasez.
La tasa para la población y los turistas deberá fijarse en base a la oferta y la demanda monetarias. Será fluctuante. Una reducción voluntarista –burocrática- atentaría contra los gastos de bolsillo de 5 millones de turistas. También afectaría a los residentes receptores de CUC que abarcan casi toda la población.
En la distribución de divisas han de garantizarse en primer término los combustibles y la deuda externa. Después debe priorizarse la oferta minorista. La estrategia en la distribución de las escasas divisas ha de proteger al mercado minorista de las cadenas. Debe otorgarse al consumo personal la importancia que tiene. Se trata de recuperar la extraviada eficiencia y su consecuente productividad. No creo exagerar si afirmo que nuestra oferta es la peor del mundo.
Los pasos a seguir serían los siguientes:
1) DEFINIR LA MONEDA ÚNICA Y OTORGARLE CONVERTIBILIDAD.
2) MANTENER LA SEGMENTACIÓN ENTRE EMPRESAS Y POBLACIÓN.
3) ESTABLECER UNA TASA FIJA PARA LAS EMPRESAS (IDEALMENTE 5 PESOS X 1 DÓLAR).
4) INSTAURAR UNA TASA FLUCTUANTE PARA EL CAMBIO DE DIVISAS POR PESOS NUEVOS, SÓLO PARA LA POBLACIÓN Y LOS TURISTAS.
5) ASEGURAR UNA ASIGNACIÓN DE DIVISAS PARA SUSTITUIR LAS VENTAS REALIZADAS EN LAS CADENAS DE TIENDAS Y APLICARLA CON INMEDIATEZ.
Al plan lo que es del plan, al mercado lo que es del mercado.
No hay otro camino.
FIN
Sobre el autor
Juan M. Ferrán Oliva. Economista. Premio Casa de las Américas 2015 por su ensayo histórico-social Cuba año 2025. Investigador Titular y Profesor Titular Adjunto de la Facultad de Economía de la Universidad de La Habana.
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