Coñología. Creo que acabo de inventarme la palabra. Lo hago para comentar, con el tono adecuado, esa letanía que mezcla hechos, medias verdades, y difamaciones a la que pomposamente se le ha llamado una “cronología”. Si estamos colocados en el plano de los “inventos”, qué importancia pudiera tener entonces improvisar una palabra.
A los puristas de la lengua y a las personas púdicas les aclaro que una de las acepciones de la palabra “coño” –según el diccionario de la lengua española- es la de ser una interjección “usada para expresar diversos estados de ánimo, especialmente extrañeza o enfado”.
Como bicho raro de feria, la coñología publicada hace unos días está haciendo su agosto en las redes. Algunos les lanzan piropos y otros les tiran tomates, como a la mujer barbuda de los viejos circos de pueblo. Lo siento, no me pidan que trate con respetabilidad algo que no lo merece.
Esta breve nota simplemente intenta rescatar y ampliar algunas observaciones que envié a la sección de “comentarios” correspondiente a la versión del texto que apareció a en Cubadebate. Mis observaciones fueron publicadas parcialmente. http://www.cubadebate.cu/opinion/2018/05/11/breve-e-incompleta-cronologia-de-un-fracaso/#.Wvq6sJq-laQ
No me quejo. A los editores de cualquier sitio web les asiste el derecho de publicar los comentarios que consideren pertinentes.
Probablemente la consecuencia inmediata más interesante de la coñología ha sido el efecto de arrastre –hacia el fango- que está teniendo en el debate sobre temas políticos importantes.
Ese texto estimula la búsqueda de un mínimo común denominador basado en un razonamiento cursi. No tiene mucho sentido perder tiempo con un ejemplo de indigencia intelectual como esa coñología.
El único punto que me ha llamado la atención es el relativo a la manera tan curiosa en la que parece estar utilizándose el término “hechos” en el debate político actual en Cuba, algo que es más importante que el libelo publicado.
También es interesante el modo tan liviano con el que se manejan en los comentarios otros términos relacionados, como son los vocablos “objetividad”, “datos”, “evidencia”, “validez de un criterio”, e “investigación”.
Todo eso es un ardid para tratar de conferirle respetabilidad intelectual a algo que no lo tiene, ni en broma. La propia auto-calificación de “cronología” es parte del ardid.
Pudiera pensarse que el texto simplemente presenta una serie de sucesos –reales unos y fantaseados otros- por orden de fechas. Ese es uno de los significados posibles del término. Sin embargo, una cronología es también un componente de los estudios históricos. Es decir, algo que tiene que ver con las ciencias sociales. La palabra “logos” significa estudio y eso parece haber sido parte del cálculo.
¿Puede explicar alguien cómo ese garabato pudiera ser considerado como el estudio de algo?
¿De qué manera, exactamente, ese ordenamiento de “denuncias” tiene que ver con la ciencia o con la investigación?
En uno de los comentarios que hice en Cubadebate, y que fue publicado, expresé lo siguiente:
“No digo que el texto no incluya hechos, pero no todo lo que se ha escrito en esa “cronología” son hechos. Un hecho es algo que es consistente con la realidad o que puede ser probado con evidencias. Otra definición de hecho: un evento, una información, o un estado de cosas existentes, que puede ser confirmado o validado. Un hecho no es simplemente repetir lo que alguien pudiera haber “denunciado”. Cualquier cosa pudiera estar escrita en papel, circulada en la red o dicha en la radio. Eso no la convierte, en sí misma, en un hecho”.
Como suele decirse, la diferencia entre la historia y el misterio es la evidencia. Ese es precisamente el punto que abordé en una de las observaciones que no fue publicada.
Sobre el tema dije dos cosas:
- Un hecho puede ser verificado a partir de la evidencia, no basta con expresar una “interpretación” sobre algo. No pocos eventos de la coñología son perfectamente controvertibles precisamente porque se trata de “interpretaciones”.
- Existen afirmaciones en la coñología respecto a las que es plausible asumir que los “denunciantes” no pueden aportar evidencia. Si la tuviesen la hubiesen mostrado, en vez de tratar de enredar la discusión con palabrerías y artimañas.
También dije – y esta parte fue publicada en Cubadebate- que no le corresponde al denunciado argumentar nada si la denuncia no es creíble.
Eso equivale a caer en la trampa del inquisidor. El acto de denunciar entraña la responsabilidad de aportar evidencia verificable y que exprese una relación de causa y efecto. En ausencia de ello es suficiente calificar la denuncia como una difamación, y todo queda en su lugar.
Obviamente, la evidencia a la que me refiero es algo que nada tiene que ver con la cantinflesca manera en que uno de los comentaristas en Cubadebate se refiere a algo a lo que llama “suficiente evidencia en este Timeline de eventos”, la cual diferencia de otra cosa a la que denomina “aquella evidencia que es más fácil exigir en la época de la sofisticación de los métodos”. Así que la sofisticación de los métodos. ¡Le zumba! No ha entendido nada de nada.
Finalmente, le sugiero a cualquier lector que tenga tiempo y estómago, que trate de leer la coñología teniendo abierto al lado cualquier manual de teoría del conocimiento, o de investigación social o de filosofía de la ciencia. No tiene que ser un manual muy avanzado. Puede ser de los que se escriben para los adolescentes.
Van a descubrir en poco tiempo que esa coñología no tiene nada que ver ni con la “objetividad”, ni con la “evidencia”, ni con la “investigación”. Mucho menos con el respeto por los “hechos”. Es más bien un prontuario con muchas aseveraciones que pueden ser desechadas: ciber- escombros.
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