El colega Juan Triana, reconocido economista cubano, comparte con los lectores sus comentarios en relación con el texto “Dos décadas de inversión en Cuba: ¿antesala del “momento chino” de la reforma?” que fue publicado en este blog el pasado 9 de enero. Ver, https://elestadocomotal.com/2018/01/09/dos-decadas-de-inversion-en-cuba-antesala-del-momento-chino-de-la-reforma/
Triana ha expresado lo siguiente:
“Considero que un segundo paso sería relacionar la inversión por sectores y el crecimiento de cada uno de esos sectores, para poder medir la eficiencia de esa inversión.
Y si como dices y muchas veces se ha afirmado (también lo digo yo) que ‘el juego’ de la eficiencia de la inversión se decide en un elevado por ciento en la empresa, habría que considerar el entorno que no le permite a la empresa estatal aprovechar bien la inversión, lo cual es un tema relacionado con las instituciones, la calidad de las mismas y su coherencia.
Una parte importante del problema de la eficiencia se ubica en lo poco complementario que es el sistema productivo cubano actual, lo cual hace depender los procesos inversionistas -a escala empresarial- de la importación. Es una situación del tipo de la ‘serpiente que se muerde la cola’.
Entonces sugiero hacer otro artículo sobre el mismo tema, pero desde la perspectiva sectorial, algo que pudiera ser muy interesante.
En ese plano tendríamos varios problemas asociados:
1- Magnitud de la inversión (como % del PIB).
2- Eficiencia en términos del impacto de la inversión en el crecimiento.
3- Calidad del proceso inversionista en términos del destino sectorial de la inversión.
4-Coherencia del proceso, en el sentido de su aporte a la transformación productiva, al aprovechamiento del potencial humano de Cuba (creación de puestos de trabajo de mayor calificación en sectores, industrias y procesos de mayor complejidad tecnológica) y su contribución a una mejor inserción internacional del país.
5- Discrecionalidad del proceso, asociada a que toda inversión debe ser planificada ex ante, con al menos 18 meses de anticipación, lo que hace que a las empresas estatales les sea muy costoso introducir nuevos proyectos de inversión porque estos requieren de excesivas aprobaciones.
6- Segregación y omisión del proceso, pues solo se concibe la inversión desde y para el sector estatal, con lo cual a esa otra parte de la economía –lo privado y lo cooperativo- que también invierte, ni se le estimula adecuadamente (más bien lo contrario) ni se contabiliza. Por ejemplo, ¿cuánto se invierte de las remesas en construcción y en nuevos negocios privados y cooperativos, y cuánto se invierte en el sector cooperativo usando crédito bancario?
Asumiendo que se invierta el 30% de las remesas y estimadas estas aproximadamente en 2000 millones anuales de dólares, entonces serían 600 millones destinadas a la inversión, casi el 10% de la cifra de 6,507 millones reflejada en la Tabla 12.7 “Volumen de inversiones por componentes” del Anuario Estadístico de 2016. Una cifra de 600 millones de dólares en inversión no es un monto bajo para el tamaño del sector privado y cooperativo de Cuba.
7- Dependencia financiera del proceso, en un doble sentido: toda inversión debe tener garantizado su componente en divisas y por lo general la empresa no decide ella misma sobre cómo y dónde invertir las divisas que teóricamente posee”.
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