Éramos pocos y parió Catana: ¿una oposición de izquierda en Cuba?

Parece haberse activado la fabriquita criolla de etiquetas ideologizadas y se observa preocupación con la posibilidad de que se avance hacia el establecimiento de pequeñas y medianas empresas (PYMES) en Cuba. Sobre eso se ha publicado un folletín de “política ficción” con ínfulas de “reflexión totalizadora”.

http://www.granma.cu/cuba/2020-05-06/la-bondad-neoliberal-de-los-entusiastas-consejeros-06-05-2020-23-05-55?fbclid=IwAR0KKyoiPvVQYqzmQnuTouqnQe4X5JRF4txGob8RgaAZ8hLtGexK-QssWXU

Desde sus primeros argumentos, el panfleto me recordó cosas ya leídas. Por ejemplo, Trotsky, la “Declaración de los 46”, y la formación de la “oposición de izquierda” de 1926, en el marco de disputas por el liderazgo del partido bolchevique.

No entraré en detalles. Lo que me parece interesante a los efectos de este asunto de las PYMES en Cuba es que entonces, en la lejana Rusia bolchevique, una bronca por el poder -que políticamente no convenía exhibir como tal- adoptó la forma de una disputa acerca de la política económica en curso, específicamente un agrio debate sobre componentes de la llamada “nueva política económica” (NEP), que había sido adoptada por Lenin en 1921 para reemplazar la fase de “comunismo de guerra” (1918- 1921).

Entre otras medidas, la NEP autorizó el funcionamiento de pequeñas y medianas empresas privadas, la adopción de la contabilidad de costos, y la mayor autonomía de las empresas estatales.

El grupo encabezado por Trotsky, al que se le llamó la “oposición de izquierda”, reciclando una “etiqueta” que ya había sido utilizada antes, necesitaba articular claramente sus desacuerdos en una plataforma alrededor de la cual pudiera movilizar apoyo político.

En rigor, la crítica de la “oposición de izquierda”, no se hizo específicamente contra la NEP per se, sino que se enfocó contra el “pequeño propietario”.

Se sabe como acabó aquella historia: Stalin obtuvo el control absoluto del partido, Trotsky terminó sus días con un piolet de alpinista incrustado en el cráneo, y si nos tomamos el trabajo de revisar las fechas de las muertes de una gran parte de los firmantes de la “Declaración de los 46”, saltan a la vista los años 1937 y 1938, es decir la época de la “Gran Purga”. Aquí dejo la historia y regreso al presente.

La posibilidad de hacer avanzar la reforma hacia la legalización de las PYMES en Cuba está siendo obstaculizada desde hace rato, pero la discusión no debería limitarse al análisis del factor “resistencia burocrática”, el cual, siendo real, no es el plano crucial.

Autores como el del folletín de referencia lo que expresan esencialmente es una preocupación originada en intereses “puros y duros” (que utilizan a este tipo de “analistas”) en relación con el control de los recursos nacionales, incluyendo sus ciudadanos, es decir el principal activo económico del país.

El posible establecimiento de PYMES en Cuba tiene dos efectos perturbadores para sus censores, tanto para los que poseen algún poder real como para sus publicistas. En primer lugar, implicaría una redistribución concreta y real del control de actividades económicas que los censores perciben como una “pérdida” de poder, una preocupación que apenas encubren con descalificativos y monsergas ideologizadas.

Es la eventualidad de tener que “soltar” poder hacia los ciudadanos, por mínimo que sea, lo que pudiera motivar el frenesí discursivo que leemos en estos días.

En segundo lugar y relacionado con el poder, pero esta vez a nivel de su forma institucional, los censores parecen atragantarse con la posibilidad de que lo que hoy está institucionalizado como un “privilegio” estatal (autorizar licencias por aquí y permisos por allá, todo ello a discreción) pudiera ser transformado legalmente en el derecho ciudadano a poseer y operar pequeñas y medianas empresas, que fue exactamente lo que se mencionó en el Informe Central del Congreso del PCC de abril de 2016, aunque después eso haya sido puesto en “el congelador”.

Sin embargo, los publicistas de la retranca no parecen tener problema alguno con el derecho que tienen los empresarios de países “imperialistas” de funcionar en Cuba, con zonas especiales y subsidios incluidos.

Detrás de toda la burundanga doctrinal que suponen que hay que tragarse, parece subyacer la firme convicción -más allá de la palabrería sobre la igualdad- de que la sociedad debe estar compuesta por los iluminados y sus adláteres, de una parte, y de otra parte por grupos sociales subordinados.

El problema tiene que ver con intereses concretos y con el poder, y sobre el análisis de esos temas han corrido ríos de tinta en las ciencias sociales.

A quienes estuviesen interesados en antagonizar con las PYMES en Cuba, les ofrezco un consejo: pudieran ahorrarse este tipo de folletín con el que probablemente ahora comiencen a saturarnos, y mejor pasen directamente a las “grandes ligas” leyendo a Trotsky y a la “oposición de izquierda” de 1926.

Ahí van a encontrase todos los posibles argumentos actuales “en contra” de las PYMES, pero intelectualmente presentados de un modo superior y “con estilo”. Si desean informarse para antagonizar con las PYMES, háganse un favor usted mismos.

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