Texto tomado de “Sine Die”, una serie de artículos publicados por el Dr. Juan M. Ferrán Oliva, distribuida mediante correo electrónico. Número 31, Publicado el 11 de febrero de 2019.
El próximo 24 de febrero se aprobará la nueva Constitución. Una gigantesca mayoría seguirá la consigna divulgada por la no menos descomunal propaganda. ¡Ni la Coca Cola!. Yo voto si es el eslogan. Lo exclaman ante las cámaras ciudadanos de todas las procedencias, oficios y edades, incluso deportistas y faranduleros. Los jingles de estos últimos remedan la atávica Chambelona[1] de los liberales de 1908. Me llama la atención la ausencia de un bawalao en la plural difusión. Disciplinadamente seguiré la corriente, a menos que cambie de opinión en los días que faltan. Pero también se me ha ocurrido preguntar si es necesaria tanta presión para algo considerado tan positivo. La prensa asegura que vivimos en el mejor de los mundos posibles. Algunos desagradecidos destacan las manchas del sol, por desgracia demasiadas.
Antiguamente el cubano de a pie era representado por Liborio. Vestía guayabera y portaba machete. Actualmente lo será alguna figura snob cuyo nombre empezará con y. Se me ocurre Yibor, nombre muy parecido a tibor. Vestirá un pantalón ceñido y raído en las rodillas y una melena recogida en moño. Lucirá aretes y tatuajes. Es un ni2: ni trabaja ni estudia. Pero vota, y como es bailador seguirá la recomendación de los rumberos.
No todos los cubanos son iguales, por suerte. Pero muchos de los que tienen oficio piensan en la emigración. Los pocos que la logran despojan al país de un talento. Es la mala noticia. La buena es que eliminan un consumidor y se convierten en posibles emisores de remesas. Paralelamente a la campaña por el voto, corre la de la cubanía. Quizás intente contrarrestar el ansia migratoria.
Las dudas me atenazan, pero soy prudente. Aprovecho la visita del vitriólico Juvenal. Me susurra críticas generalmente neutralizadas por mi Ángel de la Guarda. Le pregunto sobre el tema.
Comienza afirmando que una constitución no es más que un documento elaborado por quienes detentan el poder. No es un texto sagrado, si es que tal categoría existe. Juvenal no es creyente.
Con su habitual erudición me informa que la historia constitucional de Cuba se inicia en su época colonial española en 1812 con La Pepa, así conocida por haber sido aprobada el 19 de marzo (San José) [2]. Durante su elaboración la sacarocracia cubana logró que se eliminara lo que consideraban el malsano propósito de abolir la esclavitud. Posteriormente siguieron 7 constituciones redactadas por los gobiernos hispanos de turno. En el campo insurrecto cubano surgieron 4. En 1897 llegó una autonómica tardía para Cuba y Puerto Rico. Durante el periodo republicano rigió la de 1901, con su ominosa Enmienda Platt finalmente derogada en 1934. No se pudo con lo de Guantánamo. En el ínterin se aplicaron modificaciones según la coyuntura. Brilló la de 1940, que apenas se cumplió. En 1959 la Revolución puso en vigor su Ley Fundamental. Una constitución fue elaborada y aprobada en 1976. Más tarde, al calor de los acontecimientos internacionales intercalaron 3 reformas, algunas impensables. La actual Constitución la deroga[3].
Tras este prolegómeno Juvenal entra en materia. Comienza a señalar aspectos que manifestó en el proceso de consulta a la población: el Artículo 3 afirma que la soberanía reside intransferiblemente en el pueblo, del cual dimana todo el poder del Estado. El pueblo lo ejerce directamente o por medio de las Asambleas del Poder Popular. A dos artículos de distancia, el no. 5 proclama al Partido Comunista de Cuba, como la fuerza política dirigente superior de la sociedad y del Estado. Juvenal las considera como dos premisas de un silogismo que conduce a la conclusión de que el Partido, como fuerza política superior, se halla por encima de la Constitución y fija sus límites. Opina que de este modo el pueblo sólo actúa como administrador.
No sigo escuchando al diablillo y me acojo a mi Ángel de la Guarda. Titubea y no me ofrece respuestas coherentes. No está muy claro y tendré que sustituirlo. En fin de cuentas seré digno, patriota, revolucionario, continuador y todo lo demás. Complaceré a los políticos aunque mi voto no sea más que una millonésima del total, algo cercano a cero.
La nueva constitución no aportará soluciones al problema económico que es el pollo del arroz con ídem de la situación cubana. El equipo de gobierno se desgasta esgrimiendo consignas de repertorio en sus visitas maratónicas a las bases. La eficiencia no se logra con admoniciones.
Espero con ansia que pase el domingo 24 para librarme del alud propagandístico. Quizás algunos piensen que el referéndum será un momento mágico tras el cual todo se resolverá. No será así. Vendrán unos días de jubilosa celebración y la economía seguirá igual. Perpetuará su estancamiento y los millones de ciudadanos de a pie continuarán sufriendo la ridícula oferta y una inflación galopante.
El inmoral bloqueo afecta en alrededor de un 1% a la evolución del PIB[4] (el resto corre a cuenta nuestra), un 20% del cual debería dedicarse a inversiones para crecer entre un 5% y un 7%. Es lo requerido por el desarrollo[5] y debido a nuestra precariedad no tenemos otro remedio que acudir al capital extranjero. Pero ni este llega en la cuantía necesaria ni somos eficientes con lo que tenemos. China, Viet Nam y Laos, lo han logrado. ¿Por qué nosotros no?
Mis colegas coinciden en que el cambio requerido va más allá de la economía. Las cifras son tercas. Peligran incluso los iconos de la salud y la educación. Apúrense que esto se jode, y no me perdonen la vulgaridad.
FIN
Sobre el autor
Juan M. Ferrán Oliva. Economista. Premio Casa de las Américas 2015 por su ensayo histórico-social Cuba año 2025. Investigador Titular y Profesor Titular Adjunto de la Facultad de Economía de la Universidad de La Habana.
Notas
[1] Don Fernando Ortiz reveló que la musiquita era un remedo de una utilizada durante la colonia: Desde que se fue Chinchilla/y ha venido Polavieja/yo no como mantequilla/ni tampoco ropa vieja/!Ae, ae, ae la Chambelona ! Ortiz, Fernando. Los Bailes y el Teatro de los negros en el folklore de Cuba. Editorial Letras Cubanas.
[2] Hubo un proyecto cubano redactado por Joaquín Infante cuya audacia le costó refugiarse en Venezuela el propio 1812.
[3] Me permito señalar a Juvenal que la Constitución de 1812 fue rechazada por Fernando VII. Pero le fue impuesta en 1820 durante el breve Trienio Liberal instaurado por Riego[3]. La noticia de su alzamiento llegó meses después. En abril 15 de 1820 entraba en el puerto habanero el bergantín Monserrate. Preguntado desde el Morro que carga conducían, sus tripulantes contestaron ¡Constitución! De esta forma se supo en Cuba la reimplantación de la Constitución de 1812 en España[3]. Rigió solo durante 3 años y resultó liquidada por la reacción interna e internacional. La siempre fiel isla de Cuba se vio beneficiada con el absolutismo español al que favoreció fiscalmente. Es lo que narra Torres Cuevas.
[4] Ferran, Juan M. Al bloqueo lo que es del bloqueo. SINE DIE 25 de enero 13 de 2019. Se trata de un cálculo del efecto del bloqueo en el PIB cubano. Toma como base la cifra oficial US$ 4.320 millones en que se afectó la economía del país a consecuencias del bloqueo. Llega a la conclusión que dicha afectación pudo equivaler a alrededor de un 1% en el PIB. https://elestadocomotal.com/2019/01/13/juan-m-ferran-oliva-al-bloqueo-lo-que-es-del-bloqueo/
[5] Crecer no es desarrollarse, pero el desarrollo exige crecer.
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