Agradezco al colega Oscar Fernández -un excelente profesor e investigador sobre cuestiones de la planificación- el comentario que hizo a la nota que publiqué ayer sobre los precios del “ordenamiento” y su relación con el esquema de planificación centralizada.
El Dr. Fernández comentó que “Mientras entre los objetivos de la política económica no esté “diseñar, construir, desarrollar y regular mercados” hay poco que hacer al respecto. La estructura de los mercados, principalmente de la oferta, imposibilita la descentralización necesaria de los precios hacia los agentes que deben tomar esas decisiones. Para que los precios sean fijados por los órganos locales, con los instrumentos y métodos que se utilizan hoy, es preferible que los continúe determinando el nivel central, que al menos tiene una visión y un compromiso global. A mi juicio otorgar esa facultad a un gobierno local es un error de concepto que sólo consigue liberar al centro de la responsabilidad política sobre los resultados”.
Es un comentario que me estimula a agregar lo siguiente:
El esquema de planificación centralizada con ciertos componentes de descentralización que existe hoy en Cuba consiste principalmente en reducir el número de indicadores directivos y en ofrecer un mayor margen de maniobra a empresarios estatales y funcionarios provinciales y municipales.
Es un esquema que no logra funcionar bien, como se evidencia en la crítica que se hace ahora en el sentido de que “abajo” no se captaron bien las señas de “arriba” respecto a los precios del “ordenamiento”, pero considero que eso no ocurre porque los de “abajo” sean menos capaces (que pudiera haberlos, igual que también pudiera haber problemas de capacidad “arriba), sino porque el esquema tiene componentes hiper- centralizados, especialmente en materia de precios, que dificultan en extremo el funcionamiento adecuado del supuesto grado de descentralización que se ha introducido.
Por ejemplo, formar precios mayoristas estatales agregando un margen de utilidad que principalmente se determina de manera centralizada y preconcebida es algo que tiende a alejar los precios y las utilidades de la realidad de la economía. Es un tema sobre el cual existen análisis publicados en Cuba.
La queja que se escucha ahora desde “arriba” es que “abajo” decidieron aplicar incrementos de precios basados en los máximos autorizados y que no se usaron precios menores, pero eso no resuelve el problema de la arbitrariedad de los márgenes de utilidad que son parte de los precios.
En Cuba, las tasas medias de utilidad para distintas categorías de actividades son el resultado de un ejercicio de cálculo que tiene como marco de referencia márgenes de utilidad de naturaleza burocrática. Reflejan una “realidad” administrativa circunscrita a un universo de empresas estatales, pero no reflejan un estándar “externo” de comparación, en el sentido de que no se cuenta con puntos de referencia de entidades que no sean estatales y que operen en un mercado porque no existen empresas privadas en el ámbito nacional ni tampoco existe competencia ya que no hay un mercado interempresarial real a nivel interno. En sentido estricto, son márgenes artificiales de utilidad a nivel de una especie de cofradía burocrática.
La aclaración de que lo relevante sería poder contar con referentes nacionales “externos”, en el sentido de estar por fuera de lo estatal, es importante porque la comparación con márgenes de utilidades de empresas en otros países (una perspectiva distinta de lo “externo”) sería cuestionable ya que esas utilidades funcionarían a partir de costos, niveles de competencia y estructuras de mercados muy distintos a los que existen en Cuba.
El esquema de planificación centralizada con grados subsidiarios de descentralización tiene una historia con experiencias concretas en varios países- Cuba incluida- y esa historia es portadora de un potencial de enseñanzas que debería aprovecharse mejor. Por eso son tan aburridos como irrelevantes los intentos de hacer una discusión sobre la planificación en Cuba apelando a algo notablemente abstracto a lo que se le llama Economía Política del socialismo, al menos en su variante cubana. Ningún cuerpo de ideas puede aspirar a ser considerado como teoría económica si es empíricamente vacío y si es irrelevante para explicar el mundo real.
En esencia lo que intenta hacerse en Cuba es una planificación centralizada basada en el esquema Kosygin – Liberman de la URSS de mediados de los 60s del siglo pasado y sobre el cual existe una amplia literatura académica. Al final, el experimento más atrevido de ese modelo de reforma de la planificación centralizada fue el “Nuevo Mecanismo Económico” en Hungría, y tampoco fue exitoso. En el pensamiento reformista de fines de los 80s, quizás la propuesta más interesante fue la de Brus y Laski, pero llegó tarde.
Es decir, es un enfoque de planificación centralizada que no tiene una evidencia robusta de éxito en el largo plazo. Luego de aquello lo que vino fue esencialmente un largo proceso de desmontaje de ese esquema, principalmente en China y reproducido en Vietnam, que ha conducido actualmente al establecimiento de un modelo de planificación descentralizada en la que el mercado desempeña un papel “decisivo” (término usado en los documentos oficiales) en la asignación de recursos.
En ese sentido, la expansión del mercado y la creciente intensidad de las funciones del mercado en la economía tuvieron estuvieron acompañadas de una reducción sustancial del peso del Estado como productor de bienes y servicios, de la expansión del sector privado nacional, y de la separación de las empresas estatales estratégicas respecto al control de los ministerios, a partir de la creación de la Comisión de Supervisión y Administración de Activos Estatales (SASAC), que limita a un centenar el número total de empresas estatales directamente sujetas al control central. Existe un aparato separado para el control de bancos y entidades financieras.
Como siempre digo, la conveniencia de estudiar la experiencia de China no implica simpatía por ese modelo, pero siendo esencialmente el primer caso de transformación exitosa del esquema de planificación centralizada hacia un modelo descentralizado, y habiendo ocurrido en la segunda mayor economía del mundo, es una evidencia demasiado grande como para darse el lujo -analíticamente hablando- de ser ignorada o minimizada. Las posibles implicaciones del análisis para la práctica de la política económica se ubican en el plano de la política y no es algo en que los economistas inciden directamente.
La noción de que el “ordenamiento” pudiera salirse con la suya para aplicar con éxito una variante criolla del esquema Kosygin- Liberman es problemática en un modelo de planificación como el que hoy existe en Cuba en el que algo como el precio del helado funciona como un tema de alta prioridad económica. Es una noción que chirria por todas partes.
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