El Dr. Oscar Fernández Estrada, colega economista invitado de este blog, comparte un breve comentario a propósito del artículo de Luis Toledo Sande “¿Bombas de tiempo millonarias en Cuba?, específicamente en relación con lo que se ha llamado el “economicismo”.
http://www.lajiribilla.cu/articulo/bombas-de-tiempo-millonarias-en-cuba
Estimado autor, partiendo de un inobjetable respeto a su trayectoria y solidez intelectual y respetando aún más su opinión como individuo, deseo sumar al debate sobre su artículo algunos breves elementos, tal vez discrepantes, que me he animado a escribirlos desde el móvil sin tiempo para revisar y resumir (ruego se me perdone por ello).
- Muchas veces cuando se enarbola al supuesto “pragmatismo economicista” como peligrosa tendencia que intenta imponerse en Cuba desde algunas esferas, se parte desde un profundo desconocimiento o subestimación de la ciencia económica.
Podría decirse de igual forma (y no recuerdo haber leído esta alerta) de los peligros y las nefastas consecuencias de un “subjetivismo politicista” que hemos padecido durante muchos años que ha borrado, desconocido y estereotipado muchas propuestas rigurosas y audaces desde la ciencia económica realizada por nuestros académicos cubanos (por cierto, de una vocación socialista tan indiscutible como la de los médicos que van al África o los linieros que se movilizan con los huracanes).
Las opciones, por lo tanto, no pueden reducirse a una simplificación tan superficial: lo que existe hoy en materia de sistema económico -como quiera que se le llame- vs la opción capitalista privatizadora de las conquistas de nuestro socialismo que vendería el país a las trasnacionales y dejaría desamparado a nuestro pueblo trabajador.
No es riguroso plantear el problema con esa simpleza. Hay muchos muchos espacios de transformación de nuestra totalmente disfuncional concepción económica (disfuncional sobre todo para desarrollar las conquistas socialistas), muchas opciones para transformar una muy mala forma de administrar nuestra economía (y no me refiero a los funcionarios consagrados del MEP sino al modelo en el que están entrampados) sin que a nadie se le ocurra entregar las riquezas del país a las manos del gran capital.
- El socialismo en la URSS no lo destruyeron los cuentapropistas devenidos en empresarios millonarios, sino que fueron los funcionarios del Estado y el Partido -promovidos a sus puestos durante años por un sistema muy parecido al nuestro y con opciones casi nulas de escrutar su gestión muy parecidas a las nuestras- los que se empoderaron y de hecho empujaron el socialismo por el caño.
Siguiendo esa comprobada experiencia diría que todas las alertas de nuestra intelectualidad socialista deberían centrarse mucho más en denunciar peligros potenciales más tenebrosos como la inverosímil y ascendente concentración de poder en el Grupo Empresarial GAESA, de la cual el pueblo trabajador no tiene ni la más mínima idea, pues los medios no hacen la más mínima referencia y sus máximos directivos, a diferencia de los de los restantes sectores, no figuran como diputados en la Asamblea Nacional, y ni siquiera son nómina del Comité Central del Partido.
- El sector privado en el socialismo cubano debe tener su espacio y el cooperativo más. Y el Estado Socialista cubano tiene que transformarse para adaptarse a su existencia, aprender a encaminarlos, a influir sobre ellos, y a establecer alianzas estratégicas de largo alcance.
El sector empresarial estatal tiene que mantener su espacio. No tiene por qué preocuparnos tanto la amenaza de una eventual privatización en un contexto en el cual en 8 años de reforma económica -que pasó ya su momento de mayor entusiasmo y audacia- absolutamente ninguna instalación estatal ha pasado ni siquiera a la gestión privada -más allá de un puñado de restaurantes y barberías- y mucho menos cambió de propiedad.
Pero el Estado Socialista cubano tiene que transformarse y de una vez entender que las empresas tienen que ser empresas y no departamentos del nivel central, que tienen que tomar decisiones, invertir, asumir riesgos, crecer, fracasar, pagar a sus empleados lo suficiente para garantizar su sostenibilidad. Pero el Estado no sabe cómo lidiar con actores autónomos, cómo controlar e influir en sus comportamientos porque siempre los ha dirigido directamente.
- Por último, preferiría que evitáramos el superficial modo de referirnos al mercado como un asesino de niños. El mercado es una institución objetivada hace muchos muchos años, incluso previo a que el capitalismo lo acogiera y lo convirtiera en súmmum. Es la tecnología conocida hasta el momento más eficaz para ordenar un mundo de mercancías del cual Cubita la bella forma parte indiscutiblemente. El desprecio que nos han enseñado a profesarle nos aleja del necesario estudio de sus leyes y de los modos en los que se le puede emplear para fines nobles.
No son las leyes del mercado las que traen tanto desastre y desigualdad en este mundo. Son las leyes del capitalismo aplicadas por los capitalistas.
Construir mercados justos que equilibren la balanza a favor de los consumidores en lugar de entregar poder absoluto a los productores como ocurre en Cuba en la actualidad podría ser también una fuente de equidad social y sobre todo el único camino para combatir al tan estructurado mercado subterráneo, activista principal en la corrosión de valores a nivel social.
Hay mucho por donde aproximarnos a la compleja realidad cubana de hoy. Pero la intención tiene que ser aglutinante y no descalificadora. Personalmente quisiera dejar claro, en resumen, que:
– Comparto los peligros que entraña para la sociedad cubana el desarrollo del sector privado, pero aceptaría el reto. No veo otra opción que intentar el socialismo de este tiempo desde la heterogeneidad. Por supuesto que implica rediseñar el Estado no solo en el ámbito de sus mecanismos económicos. Pero no es posible dar marcha atrás ni desconectarnos totalmente de procesos globales que estamos lejos de controlar.
– El peligro mayor de reversión sistémica radica en el poder incontestable que descansa en empresas, grupos de empresas, supragrupos de empresas, megagrupos de empresas, así como en organismos e instituciones, que al final termina en la mesa de un mortal con nombre y apellidos, con virtudes y debilidades, con aspiraciones ideológicamente correctas o con ambiciones perversas, que requieren urgentemente ser puestas bajo profundo escrutinio público.
Perdone la improvisación y la extensión. Muchas gracias por el interés y la paciencia.
Oscar Fernández Estrada
Doctor en Ciencias Económicas
Profesor Titular de La Universidad de La Habana
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